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Mientras haya obra, habrá vida (Homenaje a Neyda Barceló)

Neyda BarcelóSi de alguien humilde, que no buscó la fama, ni figurar en la farándula, ni ascender en los círculos intelectuales, tuviera que hablar, la recordaría; cuando buscara un nombre de quien desde el aparente silencio marcó el amor a Caibarién, pensaría en ella. No sé hasta qué nivel escolar llegaron sus estudios, pudiera decir que era de esas personas como SINDO, Corona, y otros, cuya superación personal y la sensibilidad innata, marcaron obra.

Desde mi recuerdo llega delgada, vestida pulcra y humildemente, una figura con falda plisada. Al paso de los años ella pensaba como niña, en tanto las sienes se le cubrían de canas, escribía poemas aún cuando no viera las letras que plasmaba sobre el papel, cantaba su música a pesar de que los ojos se negaran a reconocer el pentagrama.

Así envejeció el cuerpo de Neyda Barceló mientras su alma revoloteaba dentro de aquel amasijo de huesos y piel; finalmente, voló a la eternidad, donde le corresponde, para estar siempre atenta a los sueños de amor, las risas de los niños y el nacimiento de las rosas.

NO creo que en los últimos tiempos se le reconociera suficiente, pero recuerdo que vivió momentos de suma alegría y que la radio estuvo en la mayoría ellos.

“Mientras hay aliento de vida y mientras la persona siente por dentro que está viva… siempre se puede hacer algo”, había dicho dos años atrás, hoy pudiera parafrasearla, pues “mientras haya obra, habrá vida”.

Siempre que las nuevas generaciones de niños canten El conejo chispa o La Gatica loca, cuando un enamorado de este pedacito de costa entone Caibarién, flor de coral o, sencillamente, cuando la musa aletee entre los sueños de un poeta, Neyda vivirá en nuestro recuerdo.

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