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El hada, los duendes y la casa marina

El hada, los duendes y la casa marina

Con cada pincelada se desatan sutiles ataduras del recuerdo, la comunidad, habitualmente adormecida por la indiferencia y el calor de junio en esta orilla, se despereza y tras mirar alrededor con asombro, se acerca, participa, recuerda…

Esa de allá era la casa de una pintora llamada Amelia Rodríguez, de ella hay cuadros en varios lugares, sobre todo marinas, aunque nadie sabe qué fue de su vida…aquel remedo de chalet cuyo tejado recuerda el estilo neo-californiano mientras las paredes gritan por la falta de estilo de improvisados albañiles de la necesidad, fue la casa natal del poeta origenista Octavio Smith, hasta un poema le dedicó: La casa marina, fue su título.

Y alguien cuenta que “el viejito” en una entrevista hace años recordaba cómo el reflejo del agua bajo el piso de tabloncillo y la luceta de vidrio en el techo hacían misteriosas filigranas en la casa de sus inspiraciones primeras.

Llegó la Noa, como un hada, entre azules y verdes, aparentemente apacible, con su ejército de amigos para cambiar la imagen del balcón de Caibarién.

Los hechos:

Para quienes han transitado por estos días por el malecón de Caibarién resulta llamativo un trabajo artístico que acontece en la plataforma construida allí para actos y presentaciones musicales, cuya ubicación fue bastante cuestionada desde el punto de vista de ordenamiento medioambiental.

Al frente de las transformaciones está la artista Madelín Pérez Noa, que lo asume como parte del embellecimiento de la ciudad que se propone en el proyecto Por la costa, se trata de un mural de aproximadamente 18 metros cuadrados con técnica alto relieve y acrílico, en el estilo surrealista que caracteriza su obra: palmas, sol, una niña de cabellera al viento, olas, mar y los emblemáticos almacenes del puerto.

Esta fase inicia una intervención que se extenderá también a las fachadas de las viviendas, tapias y bancos del parque situado en dicha plaza, para cambiar el entorno de las que por muchos años fueron casas dentro del mar con acceso a través de un muelle de madera y que con la construcción del malecón de Caibarién anclaron en tierra firme.  

La Noa, como sencillamente le llaman sus coterráneos, escucha opiniones de habitantes en el área, unos expresan su compromiso a cuidar lo que están haciendo, otros sugieren qué desearían les pinte en la fachada, ella se nutre del saber popular, de las leyendas y tradiciones y motiva al cuidado del lugar una vez concluidas las obras.

Un equipo “fenomenal”, como ella misma afirma, colabora en los murales: su esposo Leo; Yoel, el albañil artista que hace el alto relieve y su esposa que es la encargada de la alimentación del equipo; Leonel, el presidente la UNEAC; Papillo, inicialmente albañil que devino en restaurador y artista; el padre y la hermana de Leo, ella esencial en dar la base de todos los cuadros; en fin, una familia, porque no es lo mismo pintar en casa, a la sombra, sobre lienzo, que trabajar en áreas exteriores de enrome tamaño y en materiales tan rudos.

Fúster y NoaPor la costa se propone también llegar a la entrada de Caibarién donde habita el gran cangrejo del genial Florencio Gelabert, hacer un enorme cartel que nos presente a partir de las tradiciones para continuar al zoológico aledaño e intervenir en sus áreas exteriores y hacer un tobogán-cafetera gigante con dos canales y un mirador para el disfrute de los más pequeños visitantes; la artista considera un promedio de cinco a seis meses para concluir esa etapa. Muestra algunas fotos de la obra de Fúster en Jaimanitas y asevera “quiero lograr algo así”.

Comienza el viaje:

Y parece como si aquella desconocida Amelia, el niño poeta de la casa marina y el guajiro de costa,  dotaran con sus disímiles sensibilidades al hada Noa y su equipo de duendes.

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1 comentario

Mariadelmar -

Bellooooo, lo que hacen por nuestro malecón, ké bueno