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Campesino ecológico vale por dos

Campesino ecológico vale por dos

Cuando se habla de agroecología en Villa Clara, el nombre de Jesús Luis Lugo Herrera aparece en la misma oración. Vinculado desde 1998 al Movimiento Agroecológico De Campesino a Campesino, este guajiro de la CCS Miguel Ángel Rojas, de Caibarién, siempre tiene una experiencia nueva que transmitir; un descubrimiento surgido de la sapiencia de un hombre de la tierra, pero al tanto de los últimos resultados tecnológicos en materia agrícola.

«Aunque la observación directa constituye la clave para el trabajo en el campo, las herramientas metodológicas de los investigadores también adquieren relevancia en nuestra área», comenta Lugo.

El campesino caibarienense Jesús Luis Lugo Herrera afirma que la sostenibilidad de la agricultura cubana será posible con la extensión de la agroecología. (Foto: Laura Lyanet Blanco Betancourt)
   
«Algunos productores aún se resisten al cambio, prefieren arraigarse a las tradiciones de sus antepasados. Pero no podemos permanecer ajenos al desarrollo, debemos aceptar la apertura a las nuevas prácticas. Ya hemos comprobado los éxitos del cultivo de variedades de semillas del INIVIT (Instituto Nacional de Investigaciones en Viandas Tropicales), o los aportes de otros centros de investigación de la provincia ante los prejuicios del cambio climático o las plagas. Esas experiencias se propagan luego, y cada vez son menos los que se oponen a la tecnología».

En efecto, Villa Clara resulta una de las provincias con mayor representación en los proyectos de agricultura ecológica. Productores de toda la región emplean cruces genéticos de razas bovinas, microorganismos eficientes, injertos y otras técnicas afines para incrementar los rendimientos económicos en sus cooperativas.

Para Lugo, la sostenibilidad en el sector depende en mayor medida de las iniciativas de los campesinos, de su voluntad para perfeccionar métodos laborales y elevar las producciones.

--¿Qué utilidades económicas reportan estas prácticas?

--Por más de 10 años he aplicado estos métodos en cultivos como el aguacate, la col y la cebolla. Mi finca, en la zona norte de la provincia, fue víctima de la guerra bacteriológica en la década de los noventa, y tuve que buscar soluciones rápidas y certeras para no perder todos mis cultivos.

«El aguacate, por ejemplo, resultó afectado por el chinche de encaje, una plaga que ataca en el follaje bajo y opuesto al sol. Me percaté que una de las variedades sembradas, perteneciente al grupo antillano dicogamico B, sobrevivía fácilmente al azote. Con la ayuda de los técnicos de la ANAP y la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), talé a intervalos la arboleda e injerté en los retoños las yemas de aquella planta. Así, las propiedades naturales de esos árboles ayudaron a combatir el daño en las variedades del grupo A, mediante sus efectos alelopáticos, o sea, con los químicos liberados por las del dicogamico B a través de sus partes radiculares y foliares». 

Con la sabiduría que solo dan muchos días bajo sol o lluvia, siempre de cara a la tierra, y con los consejos oportunos de los investigadores, Lugo busca respuestas por vías naturales. Ahorra a su CCS plaguicidas importados a altos precios por el país, además de garantizar frutos de óptima calidad, libres de toxinas.

Los métodos ecológicos de cultivo empleados por este campesino le han valido reconocimientos en múltiples certámenes: el Evento Internacional del Movimiento Agroecológico y Agricultura Sostenible 2007, el II Encuentro Nacional de Agroecología, Fórum de Ciencia y Técnica, y va por más. 

«La agricultura ecológica es la puerta a la soberanía alimentaria, y precisamente esa soberanía hará sostenible nuestra agricultura». (Laura Lyanet Blanco Betancourt)

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