No tan vieja como Matusalén, pero un poco madura para las TICs
Nací en los tiempos en que escribir a máquina era un enorme mérito, por eso en la secundaria mi mamá pagó mis clases de mecanografía con un viejito de apellido Cueto que era el ser más educado que haya conocido, pero que no tenía apuro por graduarme pues cada mes cobraba la “exorbitante” cifra de diez pesos; cuando creí que sabía, dejé de ir a las prácticas sin esperar el título, por eso hoy tecleo rapidísimo, pero con dos dedos de la derecha, solo uno de la izquierda y un ligero salto de las manos sobre el teclado que recuerdan a un jeep ruso en un terraplén de escuela al campo.
Ah, olvidé decir que esta crónica es para cuarentones y cincuentones cubanos, porque habrá términos que solo mis coetáneos entiendan, y conste que uso el concepto de coetáneos de la RAE y no el del periódico Granma, pues hace unos días ellos decía que un abnegado espirituano salvaba en medio de las inundaciones a sus coetáneos, me imagino la demora: “usted que edad tiene, cincuenta…jódase…y tú, quince, lo siento, debo salvar a los de mi edad, tengo treinta y dos”.
Perdón, por la digresión, es que según mis hijos y algunos colegas…estoy de madre. Vuelvo a mi historia sobre cómo llegué a “batirme” con las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Después que aprendí en aquella octogenaria Underwood, fui a la Universidad, pero aún no existía la computación…en Cuba, pues la historia habla de que en esos tiempos en otros países…en fin, el bloqueo, el tercer mundo, la economía… al poco tiempo de graduada de mi amada carrera como profesora de Español y Literatura, los preuniversitarios cubanos recibieron una avalancha de televisores Caribe y unos teclados como cajones para aprender por un sistema Msx Basic o algo así, logré colarme en un curso para profesores y aprendí una cosa rara que nunca pude aplicar, algo como una especie de programación cavernícola que nunca sirvió para nada, donde debíamos calcular los camiones de papas… a los pocos días de graduarme aparecieron las PC y mis absurdos e inaplicables conocimientos solo sirvieron como aval para una plaza de periodista en la radio local.
Porque allí sí que había atraso, los sistemas analógicos del extinto campo socialista eran “lo más moderno” que podíamos tener, unas grabadoras más grandes que el fogón de gas con horno que compró mi tío con su sueldo de jefe de cuadrilla de la empresa eléctrica en 1957.
Pero yo, siempre adelante, compré en las calles una grabadora de cassettes marca National Panasonic que fue especial por unos meses, pues ya andaban por ahí las de bolsillo y hasta algún que otro celular. Luego adquirí una de cassettes pequeños como las que veíamos en la tele nacional y maté de envidia a más de un colega por unos cuantos meses más (ese era uno de mis objetivos) ¿ya dije que quería estar en la última? … y de pronto, ¡la radio cubana llenó de computadoras nuestros estudios! y me entregaron una grabadora digital cuyo disco de instalación contenía programas para transcribir, editar…en fin… y a los pocos meses me venden una computadora HAIER no, no, no, HANEL, que la otra es la marca de los refrigeradores que también me cambiaron por el cacharrito verde-azul-óxido rojo heredado de mis padres. Porque todo vino junto, una “cambiadera” y “modernización” demasiado vertiginosa para quien nunca había visto una computadora en su vida.
Y llegaban aquellos muchachitos graduados de periodismo, abrían quince ventanas en un buscador de Internet, editaban en Vegas, Could Edit, en fin…pero nadie dirá que esta cubana se rinde, me “prendí” en la computación, hice un blog, me fui para el sitio digital de mi emisora, y aquí estoy “guapa y fajá”.
Pero en cuestión de días inventan aplicaciones, equipos y siguen las TICs en una carrera que ni Usain Bolt las alcanza y en medio de eso: me tiran cinco años más de trabajo antes de la jubilación, en total me quedan doce almanaques de labor, a mí que pensaba aprovechar los últimos tiempos lúcidos en terminar un par de libros, coser y tejer, leer novelas…pero nadie dirá que me acobardo, aunque, la “verdad verdadera” es que tengo una nostalgia de la Underwood…¿será que estoy muy “madura” para las TICs?
3 comentarios
Javier Leon -
Rene Zerquera -
una cuarentona -