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Libros para niños, asunto de grandes...

Libros para niños, asunto de grandes...

Sería ingenuo pensar que escribir para niños y jóvenes es más fácil; sin embargo, muchos caen en el error de considerar que la historia de una mascota o un niño “bueno” y otro “malo”, el uso de algunos diminutivos y que siempre haya una enseñanza,  son las claves para hacer literatura destinada a esos grupos.  Nada más absurdo, quien asuma de ese modo la escritura para ellos está destinado al fracaso. Deberá comenzarse por saber que solo el ingenio, la calidad de la idea y el correcto uso del lenguaje pueden ganarse al público infantil y juvenil para una obra literaria.

En el Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil cabría preguntarse si es adecuada la promoción de los títulos para esas edades que se hace en todas partes del mundo, especialmente en nuestro ámbito de influencia, y con juicio crítico acercarnos a lo más reciente publicado. Sin que me ciegue la pasión, creo vivir en uno de los países donde mayores esfuerzos se hacen por proporcionar buenas lecturas y formar el hábito de ellas en los nuevos coterráneos.

Cuba edita cada año centenares de títulos y miles de ejemplares para niños y jóvenes, y exige en ellos el uso de la inteligencia y el cultivo de ella; la más reciente Feria Internacional del Libro estuvo dedicada a alguien que constituye paradigma en el respeto a los de menos edad, Nersys Felipe, autora de libros emblemáticos como Cuentos de Guane y Román Elé. Y además de la Editorial Gente Nueva que se especializa en este tipo de Literatura y ha publicado anualmente, sobre todo en la última década, entre uno y dos millones de ejemplares de un plan de unos cien títulos promedio; otras casas editoras también le dedican espacio al libro infantil y juvenil.                      

El bajo precio de los libros, que son subsidiados estatalmente, posibilita que el público en general —y el infantil en particular— acceda de manera libre y espontánea a la compra de miles de ejemplares lo cual potencia aún más la lectura.

Trayendo el tema al plano local, Caibarién, ciudad de 38 mil habitantes, situada en la costa norte del centro de Cuba, no ha producido muchos escritores para niños y jóvenes, salvo Hilda de Oráa, quien volcó sus dotes literarias y pedagógicas en bien de niños y adolescentes y quedó en la memoria de los lectores con obras que se atesoran hoy en numerosas bibliotecas públicas y escolares.

En cambio, la localidad posee un sólido trabajo de promoción de la lectura auspiciado por la red de bibliotecas escolares y la biblioteca pública, que auspician eventos y fomentan el gusto por la literatura en los caibarienenses de menor edad. La feria local del libro es el momento cumbre, pero no el único para intercambiar y promover.

Aún en tiempos de videojuegos y en medio de una avalancha de tecnología, los caibarienenses, como cubanos, seguimos apostando por la magia de la lectura e insistimos en transmitir esa pasión a nuestros más nuevos coterráneos.

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