Lo que cuenta una foto
								
				
				Cuatro hombres de otros tiempos se encaminan hacia la cámara, transitan  por una amplia calle relumbrante al sol, no parece estar asfaltada, pero  es tan larga que se pierde al infinito. Puede ser en Caibarién, no  aparenta ciudad pobre pero sí del interior, tendidos eléctricos hablan  de prosperidad y portales de tejas sostenidos por horcones de madera se  ven hasta muy lejos.
Los cuatro sujetos prefieren caminar por el  mismo centro de la vía, desdeñan la protección que los techos pudieran  ofrecer ¿o será para que la antigua cámara capte mejor el instante?
El  primero sonríe, es el único que lleva sombrero, los del extremo derecho  (un mulato y el otro flaco, de enorme nariz) parecen muy amigos, van  abrazados y fuman. Por su vestimenta común puede pensarse que no son  “gente de recursos”.
Al dorso, una letra pequeña devela todos los secretos:
Mi calle. Zayas
Personajes:
Armando Rosado
Un amigo de Severo
Severo Bernal
Ramiro de Armas
En Caibarién
Mayo 20 / 1947
El  autor del texto es el propio Ramiro, el que nos recuerda aquellos  versos de Quevedo a una nariz superlativa, el fundador junto a Quirino Hernández de la revista Archipiélago en circulación por la fecha de la  instantánea; la fotografía fue rescatada de sus papeles por el  investigador Juan Francisco de la Paz, su amigo es el recitador  santaclareño Severo Bernal, y el del sombrero resulta el promotor  cultural natural más notable que haya conocido este pueblo, Machina para  todos por una jocosa anécdota de la infancia aunque su partida de  nacimiento lo denomina Armando; la calle es la misma donde residiera  Ramiro desde sus primeros pasos, amada al punto de dedicarle unos versos  y, por supuesto, la ciudad es Caibarién.
Mi calle
 Ramiro de Armas (Ramón Arenas Hernández)
Calle que surgió en mi vida
-cinta de plata incipiente-
Rasgo de Oriente a Occidente
como una sombra partida.
Recta a lo largo extendida,
-canción que surge doliente-
Aparejando el presente
con el dolor de la huida.
Mi calle. Lienzo que dora
con sus matices, la Aurora
y, con su sangre, el Ocaso.
¡Paisajes! ¡Melancolía!
Mi calle. Es siempre una vía
mostrando un punto al Acaso.
Eso nos cuenta esta fotografía, donde cuatro hombres de otros tiempos se encaminan hacia la cámara.
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